El Ejército español y ETA en el País Vasco-Vizcaya (1978-1981). Un breve apunte

El Ejército español y ETA en el País Vasco-Vizcaya (1978-1981). Un breve apunte

Luis Miguel Sordo Estella

Introducción

Durante los años de la violencia terrorista de ETA en España, la banda armada golpeó también con virulencia a las Fuerzas Armadas españolas mediante atentados realizados con coche bomba accionado a distancia, la colocación de artefactos explosivos en los propios vehículos de las víctimas o el tiro en la nuca como procedimientos más utilizados. En los tristemente llamados “años de plomo”, la banda terrorista ETA cometió con el Ejército español, al igual que con otros Cuerpos uniformados como la Policía o la Guardia Civil, asesinatos perfectamente seleccionados, pero sin distinguir graduación o cargo de las víctimas en la mayoría de las ocasiones (1). Así mismo, hubo también algunos atentados frustrados por afortunadas circunstancias y otros en los que, dentro del evidente daño producido, pudieron ser de mayores consecuencias físicas y psíquicas para las víctimas (2).

Dentro del periodo comprendido entre 1978 y 1981 (3), la organización terrorista ETA asesinó, según datos actualizados de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, a 277 personas. Según los datos proporcionados por Alonso, Domínguez y García Rey en su libro Vidas Rotas (Historia de los hombres, mujeres y niños víctimas de ETA), los atentados contra militares españoles en aquellos años dejaron el terrible rastro de 28 muertos, de los cuales, 19 fueron cometidos en el País Vasco (4). Ninguno de los militares asesinados en Vizcaya durante ese periodo de tiempo estaba destinado en el Regimiento de Infantería del cuartel de Garellano (Unidad militar operativa más representativa del Ejército de Tierra en Vizcaya), donde el autor de este texto se encontraba entonces prestando sus servicios, en aquellos años de máxima violencia terrorista. Sin embargo, algunos sí mantenían por sus destinos específicos (Gobierno Militar) relaciones administrativas o de servicios con el citado cuartel. En esa situación se encontraba el Comandante de Infantería de Estado Mayor Julián Ezquerro Serrano, al que tuve la inmensa suerte de conocer, asesinado cuando salía en un vehículo militar del Acuartelamiento de Garellano hacia el Gobierno Militar de Bilbao, donde se encontraba destinado (5). Así mismo, también traté profesionalmente al Teniente Coronel de Artillería Ramón Romeo Rotaeche, asesinado a la salida de misa de la basílica de Begoña en Bilbao por un hombre y una mujer pertenecientes a ETA que habían permanecido en el interior del templo (6). En 1978 fue víctima, junto otros compañeros militares, de un atentado terrorista al ser ametrallado el vehículo en el que se dirigía al acuartelamiento de Soietxes (Munguía). Afortunadamente salió ileso del atentado.

Además de la terrible crueldad de los propios atentados cometidos por ETA a los miembros de las Fuerzas Armadas, hay que añadir las terribles secuelas físicas, psíquicas o morales que han dejado en sus víctimas o familiares. Como afirma, por ejemplo, José Marco Jalle, sargento del Ejército de Tierra herido en atentado terrorista perpetrado por ETA en Zaragoza el 30 de enero de 1987 al paso de un autobús de profesores y militares de la Academia General Militar por la iglesia de San Juan de los Panetes, “mi vida quedó marcada para siempre. Existe un antes y un después. Nada volvió a ser igual desde entonces. Mi familia y yo quedamos marcados de por vida por el atentado” (7). El militar continúa afirmando a este autor en una entrevista, que “sin ser consciente de ello, tanto por desconocimiento como por falta de atención facultativa, con el paso del tiempo se desarrolló un trastorno por estrés postraumático que fue en definitiva el que me ocasionó mi incapacidad laboral”. El sargento Marco sufrió en el atentado quemaduras y heridas en pies y manos con restos de cristales en cabeza y cara, rotura de tímpanos, pérdida de visión lateral en ojo izquierdo y derrame sinovial en rodilla izquierda. Le tuvieron que practicar varias operaciones de cirugía estética y permaneció ingresado en el hospital más de un mes. Le quedan secuelas físicas permanentes en oídos, ojo izquierdo y rodilla izquierda.

En aquellos terribles años de violencia terrorista, una buena parte de la sociedad (especialmente la vasca) miraba hacia otro lado cuando la noticia de un atentado a un miembro uniformado saltaba en la redacción de cualquier medio de comunicación. Como señala Edurne Portela (2016) “para la mayoría de la ciudadanía vasca la violencia ha sido ordinaria, omnipresente y por lo tanto normalizada” (8). Conviene recordar, fundamentalmente a los que no vivieron en los primeros años de la Transición, que “ETA endureció su escalada mortal ante eventos como las elecciones generales de 1977 y 1979, o la aprobación de la Constitución de 1978” (9). Como acertadamente indican los profesores Fernández Soldevilla y López Romo (2012) “por entonces las instituciones autonómicas, los partidos políticos y otros agentes sociales sólo movilizaban ocasionalmente (y divididos) a la ciudadanía vasca frente a la escalada del terrorismo” (10). En el contexto de la Euskadi de los años setenta, ochenta y noventa, continúa expresando Edurne Portela, “la sociedad en general no se inmutaba ante el asesinato, era –me atrevo a decir sigue siéndolo– una sociedad mayoritariamente indiferente” (11).

En los comienzos de los años 70, el Ejército era considerado, dentro de ámbitos nacionalistas vascos radicales y de la izquierda española más reaccionaria, como un “enemigo” al estar al servicio del Estado “opresor español” y, muerto Franco en 1975, seguía siendo percibido como un “poder fáctico” en la incipiente democracia aún sin consolidar. Así, es preciso recordar que en los primeros intentos de negociación entre el Gobierno de Suárez y ETA (1976) se exigió por parte de la banda armada la presencia de un militar (12). Posteriormente, en las negociaciones de Argel con Felipe González como presidente de Gobierno, el dirigente y miembro de ETA “Txomin” también exigió en los primeros contactos con los representantes gubernamentales españoles la presencia militar para validar cualquier tipo de acuerdo negociador (13). Sin embargo, mal que les pesara a algunos, la casi totalidad del Ejército supo mantenerse en el sitio que le correspondía a pesar de los esfuerzos de ETA por desestabilizarlo y enfrentarlo con el Gobierno mediante atentados a sus componentes.

El Ejército en el País Vasco (1978 a 1982). El Regimiento de Infantería “Garellano” de Bilbao.

El Ejército de Tierra, al que me referiré en este texto, siempre ha mantenido en el País Vasco, a grandes rasgos, unidades militares de todas las Armas y Cuerpos oficialmente instituidos. Bilbao, San Sebastián o Vitoria han sido provincias que han acogido prestigiosos e históricos Regimientos de Infantería como “Garellano”, “Sicilia” o “Flandes” respectivamente, cuyos nombres son herederos de grandes gestas españolas protagonizadas durante los últimos siglos en el mundo. Así mismo, unidades de Artillería o de Ingenieros estuvieron durante décadas ubicadas en tierra vasca. También la Armada con sus Comandancias Navales ha completado el despliegue militar diseñado por los diferentes Gobiernos españoles en las últimas décadas. Muchos vascos (nacionalistas y no nacionalistas) han realizado su Servicio Militar en aquellas unidades de las que guardan un grato recuerdo.

Las unidades militares desplegadas en el País Vasco no siempre han tenido cubiertas completamente sus plantillas de mandos (oficiales y suboficiales), fundamentalmente cuando el terrorismo etarra aumentó su azote asesino (de 1978 a 1982). Esto provocó que un gran número de militares allí ubicados dejara sus destinos comúnmente denominados como “del Norte” y, en consecuencia, los sucesivos relevos de aquellos procedentes de diferentes comunidades españolas fuesen destinados, no de una manera voluntaria, al País Vasco. Evidentemente, esta circunstancia profesional ciertamente desmotivadora conllevaba una posterior desafección con la población civil vasca generada por la desconfianza y rechazo producido por la propia situación existente que, a corto plazo, podía dar lugar a una preocupante y peligrosa confusión terminológica en dicho personal militar entre nacionalismo vasco, abertzalismo, vasquismo y terrorismo.

En cualquier caso, y a pesar de lo anteriormente señalado, el autor de este texto estuvo feliz y voluntariamente destinado (ya me unían lazos familiares con Bilbao) en el Regimiento de Infantería “Garellano” nº 45 de Bilbao, situado entonces en la calle Luis Briñas, junto al antiguo estadio de fútbol llamado “Garellano”, aún existente en aquellos años. Allí permanecí desde noviembre de 1977 hasta junio de 1981, años muy duros, en los que el terrorismo golpeó fuertemente a la población vasca y, obviamente, al personal uniformado. En ese periodo de tiempo, presté mis primeros servicios como Teniente de Infantería en la Compañía de Operaciones Especiales nº 62-COE (los conocidos popularmente como “boinas verdes”), de gran prestigio dentro del Ejército por su especial preparación técnica y táctica, así como por su localización geográfica, cuya sede era precisamente el Acuartelamiento de Garellano (14). Esta Compañía, muy adiestrada para el combate en diferentes clases de terreno y en la lucha contrasubversiva, había participado en la Operación “Iruña” (1974) reconociendo la frontera vasco-navarro-francesa, impidiendo intentos de penetración de posibles “grupos subversivos” a España. En otras palabras, era una pequeña operación anti-ETA, como luego veremos. Posteriormente, junto a otras unidades militares, dicha Compañía también participó en la denominada Operación “Alazán” (1981) de impermeabilización de frontera (franco-española) para impedir el paso de comandos de ETA a España, decretada por el entonces Presidente del Gobierno Leopoldo Calvo Sotelo, de UCD. La operación duró cuatro meses.

La COE nº 62 de Bilbao no sufrió atentados terroristas y, por fortuna, no tuvo desgracias personales en aquellos años. Sin embargo, uno de sus responsables (cuyo nombre no citaré) estuvo en el punto de mira de ETA durante algún tiempo. Afortunadamente, fue informado de que la banda terrorista lo tenía como objetivo y tuvo que cambiar costumbres, horarios, itinerarios, etc. (15). Demostrando un gran espíritu militar, fue un ejemplo para todos los componentes de su unidad, pues permaneció en la misma pudiendo haber cambiado de destino fuera del País Vasco, como entonces se aconsejaba al militar que estaba amenazado por ETA y con riesgo inminente de sufrir un atentado.

Fuera de las operaciones citadas anteriormente, la COE nº 62 de Bilbao, con sede en el Acuartelamiento de Garellano, no intervino nunca en la lucha contra ETA, a pesar de lo que se hablaba y se escribía en algún medio de comunicación abertzale en aquel tiempo. Conviene explicar que la banda terrorista permitía a los jóvenes vascos próximos a su ideario, entorno o incluso dentro de sus estructuras, realizar el Servicio Militar a ser posible en unidades militares cualificadas, garantizando así en sus simpatizantes el aprendizaje táctico y técnico de combate “gratuito”, así como el uso y manejo del armamento, explosivos, equipos de transmisiones, conducción de vehículos, etc. Aquellos elementos proetarras que querían alistarse en las Unidades de Operaciones Especiales (por su tipo de instrucción más cualificada), como la COE de Bilbao, para hacer la “mili” voluntaria por los motivos anteriormente señalados, eran normalmente detectados con anterioridad a su ingreso. A pesar de utilizar los medios adecuados en el proceso de selección y admisión, alguno logró pasar desapercibido y recibió de forma involuntaria, desgraciadamente, una buena instrucción técnica y táctica militar, que luego le serviría para cometer sus acciones terroristas (16).

El Regimiento de Infantería Garellano nº 45 de guarnición en Bilbao (del que fui componente en aquellos años) no intervino en la lucha contraterrorista ante ETA en los denominados “años de plomo” ni posteriormente, como quizás se pudiera haber pensado. Colaboró en muy determinadas ocasiones, dentro de los planes del Estado Mayor de Ejército, a la simple protección de ciertos objetivos que podían ser sensibles a atentados terroristas, como eran estaciones de radio y televisión, centros de transmisiones, centrales hidráulicas u otros objetivos considerados “sensibles”. En aquellos años de incipiente terrorismo, la intervención de unidades del Ejército del País Vasco en su zona de influencia para aquellas misiones facilitaba que los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado se pudiesen dedicar a otras misiones importantes más específicas. Por tanto, recalcaremos que las unidades del Ejército desplegadas en el País Vasco no han participado de una manera directa en la lucha contraterrorista de ETA.

Por otra parte, en esos años de incipiente escalada terrorista, el antiguo cuartel de Garellano acogió en su sombría y fría sala de banderas la capilla ardiente, velatorios y funerales íntimos de militares asesinados, como el del Comandante Ezquerro (asistió el Ministro de Defensa Rodríguez Sahagún) o el del Teniente Coronel Romeo Rotaeche (asistió el Presidente del Gobierno Calvo Sotelo) (17). El silencio del ambiente, sólo roto por el llanto desgarrador de los familiares y seres queridos de la víctima mortal, aumentaba la tristeza de la sórdida y lúgubre habitación. Una escolta militar custodiaba permanentemente el cadáver, y todo ese ambiente tétrico contrastaba con la normalidad e indiferencia de la calle. “Una de las consecuencias más graves de la indiferencia es la normalización y aceptación de la violencia; es decir, el asumir que es normal que algunas personas, debido a sus cargos políticos, su ocupación profesional, su ideología y/o clase social, hayan sido o sean el objetivo de ETA y de sus colaboradores” (18). Me tocó asistir a estos y a algún otro funeral más. Jamás olvidaré el olor característico que se percibía en aquella sala de banderas… Olor a muerte, a sufrimiento, a dolor, a desesperación, a angustia, a rabia, a resignación… a tantas cosas.

La seguridad de los militares en el País Vasco ante el terrorismo de ETA

En el País Vasco, y particularmente en Bilbao, las medidas de seguridad a adoptar por los militares durante los “años de plomo” eran muy estrictas, tanto dentro como fuera de los acuartelamientos, obedeciendo directrices del Estado Mayor del Ejército (Madrid). Su aplicación rigurosa conllevaba estar permanentemente observando el entorno ante la posibilidad de ser vigilado y constituir un objetivo para un posible atentado. Cualquier persona en actitud sospechosa por su atuendo, su aspecto físico o comportamiento fuera de lo común era evitada. Era muy común, y estaba plenamente autorizado, portar armas de fuego de paisano para su utilización en caso de un posible atentado. Se recomendaba fehacientemente no acceder a zonas públicas de recreo conflictivas que pudieran dar lugar a altercados, agresiones físicas e incluso atentados. La salida de los acuartelamientos o viviendas militares y el traslado a pie se realizaba con gran precaución, observando antes la presencia de cualquier posible elemento sospechoso. Las relaciones sociales mantenidas con las personas del entorno próximo a la vivienda habitada, incluso vecinos, se limitaban a lo imprescindible, evitando siempre dar a conocer la profesión militar del dueño de la vivienda. Por supuesto, había que eludir todo tipo de comentarios u opiniones de signo antinacionalista, antiETA o antiabertzale realizados ante desconocidos, puesto que la información al entorno de la banda armada le podía llegar en cualquier momento por el canal más inesperado.

Mi estado de soltería en ese tiempo me hacía ser quizás menos precavido y disfrutar de la cultura vasca en todos los órdenes. En aquellos años, en Bilbao me matriculé en inglés en la Universidad de Deusto, asistía a clases de la carrera de Psicología en la UNED de Vitoria, me saqué el título civil de piloto privado en el aeropuerto de Sondica en Bilbao, me hice paracaidista civil en Vitoria realizando los correspondientes saltos en el aeródromo de Foronda (Vitoria) y me saqué el título de buceador también en Bilbao. No escatimé esfuerzos por integrarme plenamente en la vida cultural y social vasca. Nunca oculté tampoco mi condición de militar. Incluso muchas tardes aparecí vestido con mi uniforme de campaña en Sondica para realizar mis vuelos de entrenamiento una vez finalizada la jornada militar en mi Regimiento de Garellano. No debía hacerlo y tentar a la suerte porque justamente en los aledaños del aeropuerto ocurrió un atentado de ETA uno de aquellos días que tenía vuelo de entrenamiento (19).

Cuando los atentados terroristas dirigidos al personal uniformado que iba en vehículo proliferaron, se suprimieron los recorridos (llamados coloquialmente “rutas”) de autobuses u otros medios de transporte de militares a sus lugares de trabajo por constituir un peligro real, ante el riesgo de atentado, para la integridad personal de los ocupantes (20). Realmente, la mayoría de los militares no vascos y procedentes de otras comunidades vivíamos en residencias militares, pero también había personal militar (vascos o no vascos casados con vascas) residiendo en localidades del País Vasco durante bastantes años y a quienes les era difícil vivir fuera de un entorno social ya conocido y abstraerse de la situación existente (21). Algunos de ellos, conocida su condición de militar, sufrieron la incomprensión y la ausencia de trato de sus vecinos o de su entorno social más cercano teniendo que trasladarse de domicilio o de lugar para evitar cualquier riesgo.

Cuando algunos años después (2005-2007) fui nombrado jefe del insigne Regimiento de Infantería “Tercio Viejo de Sicilia” nº 67 de San Sebastián, jefe del Acuartelamiento de Loyola y Comandante Militar de Guipúzcoa, una buena parte de los oficiales y suboficiales bajo mis órdenes vivían desde hacía algunos años en la propia ciudad (San Sebastián) o alrededores (Irún, Hondarribia o Pasajes), completamente integrados socialmente y sin ánimo alguno de dejar su actual destino y entorno. Algunos de ellos habían sido objetivo terrorista y llevaban su condición de militar con una dignidad ejemplar. El acuartelamiento de Loyola (sede del Regimiento “Sicilia”) o sus alrededores han estado marcados también por el terror. Citemos algunos casos. El 27 de abril de 1991 sufrió un atentado durante la celebración de una Jura de Bandera a la que asistían más de un millar de personas. Afortunadamente, sólo hubo tres heridos (22). Años después, el 23 de abril de 1995, la residencia militar del acuartelamiento de Loyola también sufrió un atentado cuando desde el camino de Uba, a 400 metros del recinto militar, efectuaron varias ráfagas de disparos con un subfusil tratando de buscar víctimas entre los residentes.

También en los aledaños del cuartel de Loyola hubo varios atentados contra militares allí destinados o incluso contra civiles. Así, el 10 de enero de 1995, un joven sin vinculación política alguna, José Ignacio Lago San Juan, fue herido de gravedad al explosionar una bomba colocada bajo su coche cuando procedía a arrancarlo después de abandonar su domicilio de la calle Sierra de Aralar (barrio de Loyola) en las inmediaciones del cuartel de Loyola. Unos meses después, el 10 de abril de 1995, ETA asesinó de un tiro en la cabeza al Brigada Mariano de Juan Santamaría a unos 500 metros del acuartelamiento de Loyola, desde donde acababa de salir y prestaba su servicio. Años más tarde, el 26 de enero de 2001, el cocinero de la Comandancia de Marina de San Sebastián, Ramón Díaz García, murió a consecuencia de la explosión de una bomba-lapa colocada en los bajos de su coche cuando se dirigía desde su domicilio (Sierra de Aralar-barrio de Loyola) situado en las inmediaciones del cuartel de Loyola a su lugar de trabajo. Todo ello sin contar las múltiples amenazas de bomba recibidas, intentos frustrados de penetración en las instalaciones o manifestaciones de grupos de la izquierda abertzale radical frente al acuartelamiento con diversos eslóganes políticos y gran virulencia.

En ese contexto de violencia terrorista, en algunos mandos militares profesionales la seguridad ante la posibilidad de sufrir un atentado llegaba a ser obsesiva, prácticamente sin salir de su hábitat militar y dificultando así la necesaria integración con la sociedad vasca tanto social como culturalmente. Generalmente se trataba de personal militar que había sido destinado de forma no voluntaria (destino militar forzoso) al País Vasco y procedía, fundamentalmente, de unidades militares de Madrid, del sur de España y extrapeninsulares (Canarias, Ceuta y Melilla) con un estatus de vida familiar muy consolidado en su destino anterior. El ser destinado un militar “al Norte”, con la situación entonces existente y la posibilidad de poder sufrir un atentado, provocaba cuando menos recelo y angustia en la familia. En estas circunstancias, para estas personas el País Vasco constituía simplemente un “lugar de paso” lo más breve posible (normalmente un año), impidiendo así una adaptación al medio social vasco y que, consecuentemente, repercutía también en el rendimiento del propio trabajo cotidiano.

En esta línea, recuerdo perfectamente cómo nuestras unidades operativas del Regimiento de Garellano salían del acuartelamiento diariamente a realizar su jornada completa de instrucción militar a las afueras de Bilbao, al completo de medios y material, regresando posteriormente a media tarde. La protección y seguridad de los convoyes militares y de sus componentes era máxima ante la posibilidad de un posible atentado y, en consecuencia, la capacidad de respuesta prevista de toda la unidad era instantánea y muy elevada. El grado de instrucción militar de la entonces tropa de reemplazo era muy alto, puesto que la mentalización creada por el ambiente terrorista existente en el que se desarrollaba la actividad diaria permitía un buen y rápido aprendizaje. Existía un enemigo real que era ETA. Las medidas de seguridad cada vez fueron haciéndose más estrictas ante los atentados perpetrados a las Fuerzas Armadas. Para evitar una desgracia propia o ajena, se consideraba imprescindible realizar acciones preventivas en el entorno (23).

El pueblo vasco en general y el nacionalismo moderado en particular han mantenido siempre un especial vínculo afable con las unidades del Ejército ubicadas en el País Vasco, donde realizaron su Servicio Militar. Hablar a muchos vascos del cuartel de Garellano (Bilbao), de Loyola (San Sebastián) o de Araca (Vitoria) es devolverles a un tiempo ya pasado de incertidumbre, pero también de esperanza y deseos de lograr una sociedad vasca en paz, plural, libre y desarrollada que, por desgracia, no se comenzó a conseguir plenamente hasta el año 2011 con el final de la actividad violenta de ETA. Aquellos años de violencia terrorista en los que los servidores del Estado sufrían atentados casi diariamente eran una dura prueba para el militar que se encontraba destinado en las unidades militares del País Vasco. Como ya se ha citado anteriormente, aquellos que ya tenían una vida organizada por haber nacido allí o haberse casado con mujeres vascas sufrían, en algunos casos, el aislamiento, la incomprensión, la intolerancia o el desprecio de vecinos, amistades o conocidos, familiares, antiguos amigos o responsables de los servicios (carnicero, panadero, frutero, etc.). En ocasiones, este comportamiento social del grupo próximo a la familia del militar era practicado por miedo a ser considerados por el resto del entorno social más radicalizado como “enemigos” del pueblo vasco. Como señalan Francisco J. Llera y Rafael Leonisio (2017), había “miedo a sufrir un daño físico (a veces irreversible) o la destrucción de propiedades, pero también a la marginación o vacío social, incluyendo la estigmatización como “español”, “españolazo” o “españolista”, algo que en determinados ambientes era (o es) equivalente a enemigo a batir” (24). Ante el clima de tensión social y política existente, a veces desconocida, una parte de la propia sociedad vasca seguía mirando hacia otro lado…

Actuación del Ejército. La Operación “Iruña” (1974)

En octubre de 1974 se desarrollaron en el País Vasco y Navarra unos ejercicios tácticos llevados a cabo por el Ejército de Tierra y cuya finalidad fue reconocer y vigilar diferentes pasos de la frontera franco-española dentro de un determinado sector vasco-navarro, para evitar así la infiltración de elementos terroristas o grupos revolucionarios, así como reforzar la acción de las fuerzas de la Guardia Civil y de la policía gubernativa (25). La tensión política existente en ese momento en España y la amenaza terrorista de ETA obligaron al entonces gobierno del General Franco a la decisión de desplegar en un amplio sector a las unidades de montaña del Ejército situadas en el País Vasco y Navarra.

La finalidad de los Ejercicios Tácticos “Iruña” (así denominados) según la Orden de Operaciones1/74 de 10 de octubre firmada por el Coronel-Jefe del Puesto de Mando (PC) situado en Oronoz-Mugaire era la siguiente:

“Desarrollar las Unidades participantes el Programa de Instrucción correspondiente.

Efectuar un estudio de la zona fronteriza mediante reconocimientos detallados en la zona comprendida entre: Puente de Endalarza-Vera de Bidasoa-Echalar-Puente de Dancharinea-Puerto Izpegui-Puerto Urquiaga-Roncesvalles-Valcarlos-Orbaiceta-Oroz Betelu-Puerto Erro-Zubiri-Puerto de Velate-Santesteban-Arano (todos incluidos).

Realizar durante dichos reconocimientos ejercicios de supervivencia, emboscadas y golpes de mano, tanto diurnos como nocturnos, así como otros ejercicios que sirvan como aplicación práctica de la instrucción táctica peculiar de las Unidades de especialistas (COEs y CIA de EEs)” (26).

Las unidades participantes (apartado 2. Organización de la Orden de Operaciones1/74) estaban compuestas por las Compañías de Operaciones Especiales (COEs) (27) nº 62 de Bilbao y nº 61 de Burgos, la Compañía de Esquiadores y Escaladores de la División de Montaña “Navarra” nº 6, Secciones de Esquiadores y Escaladores de los Batallones de Infantería de Montaña “Montejurra” XX (Pamplona), “Legazpi” XXIII (San Sebastián) y “Colón” XXIV (Irún), además de medios vehículo, medios radio y logística (28). En cuanto a la Organización Operativa, las unidades participantes estaban desplegadas en tres Zonas de Acción “A”, “B” y “C”, cuyos Puestos de Mando (PC) se encontraban en Vera de Bidasoa, Lecaroz y Roncesvalles respectivamente. El Puesto de Mando Reserva se encontraba en Oronoz Mugaire (29). La Dirección de la Operación estuvo dirigida por el General-Jefe de la División de Montaña “Navarra” nº 6 de Pamplona. El Personal Militar previsto participante que figuraba en los estadillos reglamentarios ascendía a 49 mandos y 630 personal de tropa (30).

Según la Orden de Operaciones 2/74 de diciembre de 1974 remitida por el mando, la situación general existente era la siguiente:

“Existe una tensión política en todo el Sector Vasco-Navarro, provocada en líneas generales por la carestía de vida, carrera hacia el Poder, tensión estudiantil, peticiones de alteraciones políticas fuera de lo establecido, que da origen todo ello, a un malestar, desconfianza y miedo entre los que pudieran ser partidarios del régimen actual.

En consecuencia, elementos terroristas preparan una campaña de envergadura que podría cristalizar en una huelga general revolucionaria, dirigida por elementos activos extremistas y alimentada desde el extranjero” (31).

La Guardia Civil intervino también en la operación y desplegó a sus unidades operativas en diferentes sectores vasco-navarros y planificó diversos itinerarios de reconocimiento en cada uno de los puestos desplegados (32).

La Operación “Iruña” implicó (aunque no directamente) por vez primera de una manera oficial al Ejército en la lucha contra el terrorismo subversivo de ETA de aquellos años, dentro de un despliegue de prevención y protección. Hasta el año 1976 se mantuvo la operatividad del despliegue. Es importante precisar, como señalaba en un interesante artículo (2005) el General Miguel Ángel Ballesteros, que España no utiliza a sus Fuerzas Armadas contra los terroristas de la organización ETA, “sino que procura su detención únicamente por procedimientos policiales sin aceptar el conflicto asimétrico en los términos planteados por los etarras” (33). En la denominada por el Ejército como Operación “Iruña”, participaron como unidades militares de guarnición permanente en el País Vasco las siguientes: la Compañía de Operaciones Especiales (COE nº 62) ubicada en el acuartelamiento de Garellano (Bilbao) y los Batallones de Infantería de Montaña “Legazpi” XXIII (San Sebastián) y “Colón” XXIV (Irún) pertenecientes al entonces Regimiento de Infantería de Montaña “Sicilia” nº 67 de guarnición en San Sebastián. La actuación y desarrollo de la misión cumplimentada por estas Unidades militares fue excelente y sin incidentes.

La Operación “Alazán”

A finales de los años 70 y comienzos de los 80, el terrorismo de ETA alcanzó una elevada intensidad. Después del fallido intento de Golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, el Gobierno español decidió emplear al Ejército en la lucha antiterrorista. La denominada Operación “Alazán” tenía por objetivo la impermeabilización y cobertura de la frontera franco-española en el Pirineo vasco-navarro para evitar la infiltración de elementos terroristas a través de ella (34). En dicha Operación militar participaron las siguientes unidades de las Tropas de Montaña encuadradas en la División de Montaña “Navarra” Nº 6 (Pamplona) y en la Brigada de Infantería de Alta Montaña (Jaca):

Batallones “Pirineos” XI (Jaca) y “Gravelinas” XXV (Sabiñánigo), del Regimiento de Infantería de Alta Montaña “Galicia” nº 64 de Jaca.

Batallón “Gerona” VIII (Huesca) del Regimiento de Infantería de Alta Montaña “Valladolid” nº 65 de Huesca.

Batallones “Montejurra” XX (Pamplona) y “Estella” XXI (Estella) del Regimiento de Infantería de Montaña “América” nº 66 de Pamplona.

Batallón “Legazpi” XXIII (San Sebastián) y Batallón “Colón” XXIV (Irún) del Regimiento de Infantería de Montaña “Sicilia” nº 67 de San Sebastián.

Las citadas unidades militares se desplegaron en el Pirineo navarro bajo el mando del General-Jefe de la División de Montaña “Navarra” nº 6, que estableció su Cuartel General (CG) en el Fuerte de San Cristóbal (Pamplona). También participaron en la citada Operación militar una Unidad de Helicópteros de las Fuerzas Aeromóviles del Ejército de Tierra, dos Compañías de Operaciones Especiales y cuatro Secciones de la Guardia Civil. La necesidad de mantener a los diferentes Batallones desplegados sobre el terreno durante largos períodos de tiempo, sin el apoyo de instalaciones fijas en época invernal, supuso un gran esfuerzo para dotar a las Unidades del material y equipo adecuado.

En una nota informativa a Su Excelencia el Jefe del Estado Mayor del Ejército, de la División de Operaciones del Estado Mayor del Ejército de 9 de Junio de 1981 (asunto: resumen de la Operación “Alazán”), se señalaba en su punto 1 el origen de dicha operación:

“Directiva de Operaciones de la JUJEM. Nº 3-01781 de 24.3.81 en la que se asigna al Ejército de Tierra la misión de: desplegar las Unidades necesarias en la frontera hispano-francesa de las provincias de GUIPÚZCOA Y NAVARRA para:

Vigilar la frontera fuera de los pasos autorizados y reforzar los controles en cooperación con la Guardia Civil.

Sustituir a las FCSE en los servicios de vigilancia de las instalaciones que se determinen” (35).

En el punto 2 de la citada Nota Informativa, se hacía referencia en la Organización de la Operación a un Sector con cuatro Subsectores ocupados por diferentes Unidades (36):

“Vera de Bidasoa” (Batallón “Legazpi” XXIII, COE. Nº 61 y 1 Sección GC).

“Baztán” (Batallón “Montejurra” XX, COE nº 62 y 1 Sección GC).

“Valcarlos” (Batallón “Gerona” VIII y 1 Sección GC).

“Roncal” (Batallón “Gravelinas” XXV y 1 Sección GC).

El frente abarcado por el despliegue era de aproximadamente 125 kilómetros y tenía una profundidad media de 10 kilómetros. El total de efectivos lo componían un general, 106 jefes y oficiales, 168 suboficiales y 2.667 de tropa. El despliegue comenzó el 29 de marzo de 1981 y finalizó el 31 de marzo. El Sector se reajustó el 10 de mayo finalizándose el 15 de mayo. En el punto 3 de la citada nota informativa se determinaba su ejecución. Las unidades estaban instaladas en vivacs, formaban destacamentos, puestos de control y patrullas de reconocimiento. Como menor unidad móvil del Ejército actuó la Sección (aproximadamente 30 hombres). Las Secciones de la Guardia Civil realizaban preferentemente funciones policiales y judiciales. El cumplimiento de la misión fue impecable y no hubo que registrar incidentes destacables.

Conclusiones

El Ejército español, fundamentalmente el desplegado en el País Vasco, ha tenido que convivir durante todo el periplo de la violencia de ETA con el terror producido por esta organización, así como con el miedo y el silencio (en ocasiones cómplice) de una parte de la sociedad (vasca y española) ante la barbarie etarra. Como otras Fuerzas de Seguridad del Estado, los miembros del Ejército también han sufrido la barbarie terrorista y padecido el dolor, sufrimiento y rabia contenida con la muerte de muchos de ellos a manos de la banda armada. En otros casos han logrado salvar la vida, pero han quedado incapacitados física o psíquicamente para siempre, como es el caso de Rafael Villalobos (37). En algunas ocasiones incluso aun estando disfrutando ya de un ganado retiro y a una edad avanzada (38). ETA nunca ha mirado el DNI de sus víctimas preocupándose por la edad ni por la condición familiar o social de la posible víctima sobre la que atentar, hay muchos ejemplos en su historia de terror donde comprobarlo.

El Ejército español, muerto Franco, siguió considerándose por algunos sectores de la sociedad española como un “poder” todavía importante dentro de la nueva estructura democrática que se pretendía consolidar por los primeros gobiernos españoles, y la organización terrorista ETA también lo estimó. Para la banda armada no pasaba desapercibido este hecho y uno de sus “enemigos” a neutralizar fue el Ejército. Sus miembros fueron considerados siempre objetivos preferentes durante los años de actividad de la banda terrorista. En el País Vasco, fundamentalmente durante los “años de plomo”, se vivió en las familias militares (y su entorno) allí ubicadas o de residentes momentáneos una verdadera angustia y sufrimiento ante el elevado número de atentados y asesinatos perpetrados por ETA. Las medidas de seguridad adoptadas para evitar cualquier tipo de atentado eran exhaustivas en militares y familias, dentro o fuera del trabajo o su entorno familiar, en un clima político y social asfixiante. Aquí en este pequeño trabajo nos hemos centrado más en aquellos años donde la violencia terrorista tuvo su máximo apogeo ante la estrategia de la acción-reacción-acción de ETA y la aparición de la espiral del silencio ante el terror y el miedo generalizado por la banda.

Frente al terrorismo de ETA, las unidades militares desplegadas en el País Vasco han colaborado en la política estratégica defensiva de algún gobierno (UCD) llevada a cabo para impedir la actividad terrorista de aquella. El despliegue en la frontera vasco-navarro-francesa para impedir el paso de activistas a uno u otro lado de España y Francia, operación conocida como “impermeabilización de frontera”, fue un procedimiento exitoso preventivo que supuso evitar los movimientos y actividad clandestina de la organización terrorista para la comisión de atentados. Esta actuación del Ejército, ejecutada de forma muy puntual, no tuvo su continuidad en ocasiones posteriores, lo que permite aseverar que la intervención de las Fuerzas Armadas españolas en la lucha contraterrorista de ETA no se ha vuelto a producir en ninguna otra ocasión.

A lo largo de las décadas de los 80, 90 o con el nuevo siglo XXI, el desarrollo de la actividad violenta de ETA no logró que el Ejército español se saliera de su marco constitucional. Los terribles atentados ocurridos contra sus miembros en esas décadas no minaron su moral y su espíritu militar ni tampoco les apartaron de su función. En el País Vasco, algunos de ellos fueron vilmente asesinados estando ya en pleno vigor el proceso democrático que los españoles habían votado con total libertad. ETA, lejos de escuchar lo que le pedía la mayoría de la sociedad, continuaba reivindicando por las armas lo que debían de pedir democráticamente sus “representantes” en el Parlamento a través de las urnas. Ello implicaba el cese total de la violencia y la autodisolución de la organización, proceso que todavía no ha llegado a su fin.

En cualquier caso, actualmente, y a pesar de las sucesivas reformas producidas dentro del Ejército adaptándose a las nuevas estrategias geopolíticas imperantes y de acuerdo a sus compromisos políticos internacionales, las unidades militares siguen estando en el País Vasco, ubicadas en Bilbao, San Sebastián o Vitoria. Todo ello a pesar de las voces discordantes del nacionalismo menos moderado y del abertzalismo que han reclamado durante estas últimas décadas su salida de allí. Esas unidades estaban antes del fenómeno terrorista de ETA y ahí permanecen (con sus lógicas adaptaciones a la situación) cumpliendo con su función de garantes de la seguridad de todos los vascos y desarrollando para ello su específica instrucción, cada vez más técnica, como en cualquier otro lugar de España… ni más ni menos. Doy fe porque fui el máximo responsable de una de ellas.

Luis Miguel Sordo Estella (Zaragoza, 1952) es militar de carrera. Coronel de Infantería en situación de retiro por edad desde julio de 2017. Pertenece a la XXXI Promoción de la Academia General Militar de Zaragoza en la que ingresó en 1972 y cursó sus estudios militares. Fue promovido al empleo de Teniente de Infantería en diciembre de 1975. Ha ocupado múltiples destinos en diversas Unidades del Ejército de Tierra (Operaciones Especiales, Ligeras, Mecanizadas, Montaña o Logísticas) incluida la docencia en la Academia General Militar. Estuvo destinado en el País Vasco en dos periodos: como oficial en Bilbao de 1977 a 1981 (durante los llamados “años de plomo”) y en San Sebastián de 2005 a 2007 como Coronel-Jefe del Regimiento de Infantería “Tercio Viejo de Sicilia” nº 67, Jefe del Acuartelamiento de Loyola y Comandante Militar de Gipuzkoa. Participó en la Operación de Mantenimiento de la Paz en Guatemala (MINUGUA-Misión de Verificación de Naciones Unidas en Guatemala) como experto militar para la verificación del cese el fuego, separación de fuerzas y desmovilización de la guerrilla (1997). Además de múltiples cursos y titulaciones militares, es Licenciado en Psicología, Doctor en “Paz y Seguridad Internacional” y Diplomado en Relaciones Internacionales.


1. En esta ocasión ETA sí seleccionó a una alta jerarquía militar. El 23 de septiembre de 1979, el General de brigada Lorenzo González-Vallés Sánchez, gobernador militar de San Sebastián, fue asesinado de un tiro en la sien en el paseo de La Concha de la ciudad donostiarra por un terrorista de ETA que iba acompañado de un segundo activista. La esposa del militar y un hijo le acompañaban en el momento del atentado. ALONSO, Rogelio, DOMÍNGUEZ, Florencio y GARCÍA REY, Marcos, Vidas Rotas (Historia de los hombres, mujeres y niños víctimas de ETA), Espasa Libros, S.L.U., Madrid, 2010, p. 237.

2. En la madrugada del 23 de junio de 1983 un comando de ETA pretendió hacer volar con 20 kg. de goma-2 colocado en los tejados de las instalaciones del antiguo hospital militar de San Sebastián que, provisionalmente, se había habilitado como alojamiento de 500 miembros de la Policía Nacional. Pudo ser el mayor atentado terrorista de Europa si el edificio, como pretendían los terroristas, se hubiera derrumbado con la explosión con los policías durmiendo en su interior, pero afortunadamente pudo desactivarse a tiempo ante una llamada de los propios terroristas a la DYA informando de la colocación del explosivo. Los policías permanecieron concentrados en el patio de las instalaciones durante varias horas temiendo que los terroristas buscasen su salida para ametrallarlos. Sorprendentemente, no se abrieron diligencias de lo ocurrido y el caso nunca fue investigado.

3. En ese periodo de tiempo (coincidente con los denominados “años de plomo”) el autor de este trabajo estuvo destinado (voluntariamente) como Oficial en el Regimiento de Infantería “Garellano” nº 45 de Bilbao. Se componía de un Batallón con cinco Compañías. Estaba situado en la calle Luis Briñas, 16.

4. De los 19 militares asesinados, seis lo fueron en Vizcaya, 11 en Guipúzcoa y 2 en Álava. (ALONSO, Rogelio, DOMÍNGUEZ, Florencio y GARCÍA REY, Marcos, op. cit., pp. 98-382).

5. Ezquerro fue asesinado el 19 de septiembre de 1979, junto con el Coronel de Caballería Aurelio Pérez Zamora Cámara, al ser ametrallado el vehículo militar en el que ambos militares viajaban por tres miembros de ETA. (Ibídem, pp. 235-236). Mi última conversación con él fue precisamente el viernes anterior al atentado, interesándose por si me desplazaba a Zaragoza (como él solía hacer) ese fin de semana y quería acompañarle en su coche. Permanecí en Bilbao porque salía de ejercicios tácticos la semana siguiente. A primera hora del lunes un comando de ETA lo asesinó. Era un magnífico militar.

6. Romeo Rotaeche era jefe de la Zona de Reclutamiento del Gobierno Militar de Vizcaya cuando fue asesinado el 19 de marzo de 1981 por el comando Vizcaya de ETA. (Ibídem, pp. 355-356).

7. SORDO, Luis Miguel, Promesas y mentiras. Las negociaciones entre ETA y los Gobiernos de España (1976-2006), Editorial Tecnos (Grupo Anaya, S. A.), Madrid, 2017, pp. 472-481. Entrevista completa en el libro citado. Al sargento Marco le fue reconocida por el Instituto Aragonés de Servicios Sociales una discapacidad del 56% por el conjunto de las secuelas físicas y psíquicas consecuencia del atentado. En el ámbito militar le supuso la incapacidad laboral (pérdida de condiciones psicofísicas). Actualmente se encuentra retirado.

8. PORTELA, Edurne, El eco de los disparos. Cultura y memoria de la violencia, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2016, p. 18.

9. FERNÁNDEZ, Gaizka, LÓPEZ, Raúl, Sangre, votos, manifestaciones: ETA y el nacionalismo vasco radical (1958-2011), Madrid, Tecnos, 2012, p. 259.

10. Ibídem, p. 260.

11. PORTELA, op. cit., p. 18.

12. El 2 de noviembre de 1975, a las 11 de la mañana, estuvo previsto un encuentro entre Ángel Ugarte (militar del SECED-Servicio Central de Documentación- al servicio del Gobierno) y el dirigente de ETA militar José Miguel Beñarán “Argala” en los Campos Elíseos de Paris para hablar de una posible negociación. “Argala” no acudió a la cita. Posteriormente, el 30 de noviembre de 1976, en el hotel D´Alleves en Ginebra, se reunieron Ángel Ugarte, representante del Gobierno de Suárez, y los dirigentes de ETA político-militar, Javier Garayalde “Erreka” y José María Galarraga “Txaflis” para hablar también de una posible negociación. En ambos casos la presencia de un militar quedó patente. Ver UGARTE, Ángel y MEDINA Francisco, Espía en el País Vasco, Plaza&Janés, Barcelona, 2005.

13. En la primera reunión del Gobierno español de Felipe González y la banda terrorista ETA llevada a cabo en Argel el 13 de noviembre de 1986, el dirigente etarra “Txomin” le propuso a Jorge Argote, abogado y representante del Gobierno, la presencia indefectible de un militar en una posible mesa de diálogo.

14. Las Compañías de Operaciones Especiales (COEs) estaban localizadas en las diferentes Regiones Militares entonces existentes. Sus mandos estaban muy cualificados, obteniendo la titulación específica para esas unidades (diploma de Operaciones Especiales) en la Escuela Militar de Montaña y de Operaciones Especiales de Jaca (Huesca). El personal de tropa era voluntario, se le exigía una mayor preparación física y cualificación y, a ser posible, tener experiencia en montaña, paracaidismo, buceo, topografía, etc. Siempre estaban cubiertas sus vacantes y eran muy solicitadas por mandos y tropa. La COE nº 62 de Bilbao era muy conocida por sus característicos uniformes de color verde camuflaje y la barba de sus componentes.

15. Era nuestro entonces Capitán-Jefe y sus propios tenientes (entre los que me encontraba) estuvimos durante un tiempo ejerciendo contravigilancia y dándole la máxima seguridad próxima. Recuerdo llevar para esa misión de protección inmediata un subfusil cargado dentro de una bolsa de deporte simulada y colgada al hombro por las calles de Bilbao. Era el año 1978.

16. El antiguo miembro de ETA Juan Manuel Labordeta Vergara perteneció en 1971 a la COE nº 51 de Zaragoza. También se sospecha (sin confirmación oficial) que el también miembro de ETA Vicente Goikoetxea Barandiarán “Willy” pudiera haberse instruido militarmente en una COE. Santi “Potros” fue soldado del Regimiento de Infantería “San Marcial” nº 7 de Burgos y pertenecía al Reemplazo de 1972. Ignacio Bilbao “Iñaki de Lemona” hizo su Servicio Militar en el Regimiento de Artillería Antiaérea nº 26 de Valladolid y pertenecía al Reemplazo de 1980.

17. El ambiente tenso creado a la entrada principal del cuartel por grupos de personas allí congregadas en señal de protesta por el atentado cometido y por la política antiterrorista seguida por el Gobierno, obligó al Presidente del Gobierno a entrar al recinto militar por la denominada “puerta falsa” (entrada secundaria). Sin embargo, no se libró la comitiva presidencial a su paso por las inmediaciones del cuartel de Garellano de los gritos y abucheos de los allí presentes, también acompañados de vivas al Ejército y a España. Era una época demasiado convulsa la que se vivía entonces.

18. PORTELA, op. cit, p. 27.

19. El 8 de agosto de 1979, un jeep de la Guardia Civil fue ametrallado por cuatro individuos en una carretera interior del propio aeropuerto de Sondica matando a un Guardia Civil y resultando heridos de gravedad otros dos compañeros. (ALONSO, DOMINGUEZ, GARCÍA REY, op. cit, p. 228).

20. El 7 de diciembre de 1984 murieron dos militares (un teniente y un subteniente) y un civil además de resultar heridas 11 personas más (militares y civiles) en un atentado terrorista perpetrado con un coche-bomba cargado con 20 kg, de goma-dos y colocado en el arcén de la CN 634 al paso de un convoy militar en el término de Galdácano. Dicho convoy militar (un microbús y dos Land-Rover de escolta) procedía del cuartel de Soietxes en Munguía y se dirigía a Bilbao. Los componentes del convoy pertenecían al Regimiento de Garellano nº 45 de Bilbao. El atentado fue cometido por el comando Vizcaya de ETA. El subteniente asesinado había coincidido en el destino con el autor de este trabajo. (Ibídem., pp. 495-496.).

21. Ante la dificultad del entorno social más hostil y para facilitar la seguridad, se construyeron dentro de los acuartelamientos de Soietxes (Munguía-Bilbao) y Loyola (San Sebastián) pequeñas viviendas unifamiliares prefabricadas para alojamiento de los mandos allí destinados y sus familias.

22. Dos francotiradores apostados en la ladera de un monte cercano (Mendigain) al acuartelamiento dispararon con fusiles desde una distancia de 300 metros. El objetivo era el coronel José Luis García de Frías, gobernador accidental de Guipúzcoa, que presidía el acto castrense. El militar fue alcanzado por una bala en la pierna izquierda resultando herido de gravedad.

23. Revisión externa e interna del vehículo particular antes de arrancar, comprobación del entorno antes de salir del domicilio al exterior, observación de la presencia de personas en actitud sospechosa, seguimiento anómalo a pie o en vehículo, mantenimiento de los buzones o puerta de la vivienda sin nombre identificativo, no utilización de la escalera o ascensor sin una comprobación previa, ausencia de información a desconocidos, etc., etc., eran algunas de las frecuentes pautas que se debían seguir para tener una mínima seguridad.

24. LLERA, Francisco J., LEONISIO Rafael, La estrategia de miedo. ETA y la espiral de silencio en el País Vasco, Informe del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo nº 1-febrero 2017, Fundación Centro Memorial Víctimas del Terrorismo, Editorial MIC, Vitoria (Gasteiz), 2017, p. 14.

25. Copias de las Órdenes de Operaciones 1/74, 2/74 y 3/74. Ejercicios Tácticos “Iruña” depositadas en el Archivo General Militar de Ávila (AGM Ávila).

26. Ejercicios Tácticos “Iruña”-Mando-, Orden de Operaciones 1/74, Ejemplar nº 3, Finalidad de los Ejercicios Tácticos “Iruña”, Oronoz Mugaire, 10 de octubre de 1974. Ver también en (SORDO, op. cit., p. 48).

27. En la zona Norte y dependiendo directamente de la Capitanía General de la Sexta Región Militar (Burgos) se situaban la COE nº 62 en Bilbao y la COE nº 61 en Burgos. Eran unidades muy especializadas y adiestradas contra la subversión. Este autor estuvo destinado en los años 1978 y 1979 en la COE nº 62 (Bilbao) como Teniente de Infantería.

28. Orden de Operaciones 1/74. Ejercicios Tácticos “Iruña”. Apartado 2. Organización de la Orden de Operaciones 1/74. (AGM Ávila).

29. Organización Operativa en Anexo “A” de la Orden de Operaciones 1/74. (AGM Ávila).

30. Estado de Personal, armamento, vehículos y material de Transmisiones de fecha 11 de octubre de 1974 remitido por el Coronel-Jefe del Puesto de Mando de Oronoz Mugaire al General-Jefe de la División de Montaña “Navarra” nº 6. Documentación depositada en AGM Ávila.

31. Situación General, apartado nº 1 de la Orden de Operaciones 2/74 de diciembre de 1974. Documentación depositada en AGM Ávila.

32. Documentación de los itinerarios previstos y puestos de la Guardia Civil desplegados en los diferentes sectores depositada en el AGM Ávila.

33. BALLESTEROS, Miguel Ángel, “La estrategia de los terroristas”, Revista Ejército de Tierra, nº 767, Ministerio de Defensa-Secretaría Técnica, 2005, p. 40. El General Ballesteros es actualmente el director del Instituto Español de Estudios Estratégicos.

34. Notas para la Directiva de la División de Operaciones del Estado Mayor del Ejército de 24 de marzo de 1981. Propuestas de Empleo a las FAS en la Región Vasca y Navarra (sin fecha). Operación “Alazán” de la División de Operaciones del Estado Mayor del Ejército de 31 de marzo de 1981. Operación “Alazán” de la División de Operaciones del Estado Mayor del Ejército de 10 de abril de 1981. Nota Informativa de la División de Operaciones, asunto: resumen de la Operación “Alazán” de 9 de junio de 1981. Croquis de los Subsectores (1ª solución, 2º solución y 3ª solución). Documentos depositados en el AGM Ávila. Ver también en (SORDO, op. cit., pp. 89-91).

35. Nota Informativa depositada en el AGM Ávila.

36. Desplegables de los Subsectores depositados en el AGM Ávila.

37. El 17 de octubre de 1991, en la calle Pablo Cassals de Madrid, una bomba estalló en el interior del coche del comandante de infantería Rafael Villalobos Villar sufriendo la amputación de las dos piernas, contusiones abdominales y lesiones en la mano izquierda. Su hermana María Antonia también fue herida de gravedad. ETA le dejó mutilado de las dos piernas para siempre. Pero no acabó para el militar su desgracia porque en enero de 2000 la vivienda del comandante Villalobos quedó destrozada por la explosión de un coche bomba colocado por ETA que acabó con la vida del teniente coronel Blanco y que había sido colocado en las inmediaciones, junto a la calle Virgen del Puerto. (ALONSO, DOMINGUEZ, GARCÍA REY, op. cit, p. 825). Rafael Villalobos y el autor de este texto pertenecemos a la misma promoción (XXXI) de la Academia General Militar. Somos compañeros de profesión y Rafa me honra también con su amistad.

38. Son los casos del Coronel de Infantería (retirado y de 63 años) Diego Fernández-Montes Rojas, asesinado en San Sebastián el 17/12/1978. El Teniente Coronel de Infantería (mutilado de guerra) Sergio Borrajo Palacín, asesinado en Vitoria el 14/02/1979. El Comandante de Infantería (retirado) Andrés Varela Rúa, asesinado en Tolosa (Gipuzkoa) el7/06/1979. el Coronel de Infantería (retirado y de 65 años) Eugenio Saracibar González de Durana, asesinado en San Sebastián el 20/02/1980. El Comandante de Artillería (retirado) José Espinosa Bizcarte, asesinado en Pasajes/Pasaia (Gipuzkoa) el 8/05/1980. El Teniente Coronel (retirado y de 61 años) José Luis Prieto García, asesinado en Pamplona el 21/03/1981. El Teniente (retirado) Oswaldo Rodríguez Fernández, asesinado en San Sebastián el 14/04/1981. El Coronel de Infantería (mutilado de guerra) Luis de la Parra Urbaneja, asesinado en Irún el 22/06/1981.



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